La Historia de José Rabadán: El Asesino de la Katana

Introducción

El amanecer emergió como una débil luz en el horizonte, iluminando un escenario macabro donde la tragedia aguardaba en la penumbra. Eran las 6:30 de la mañana, el momento elegido por el destino para presenciar la oscuridad más profunda de José Rabadán.

Con la catana en sus manos, un regalo de cumpleaños que le habían hecho sus propios padres, José se deslizó sigilosamente hacia la habitación donde su padre yacía en un sueño profundo e inconsciente. La luna agonizante proyectaba una luz mortecina a través de las cortinas entreabiertas, revelando su figura en la penumbra.

El corazón de José latía con una mezcla de excitación y temor, mientras su mano se aferraba con fuerza al arma afilada que le había sido entregada días antes con amor. Un instante de duda pasó por su mente, pero los demonios que lo consumían sofocaron cualquier atisbo de cordura que pudiera haber quedado en su interior.

Sin una pizca de vacilación, José alzó la catana en un movimiento certero, dejando que el filo se encontrara con la carne de su padre. Un grito desgarrador estalló en el aire, ahogado por la sangre que brotaba en cascadas carmesí. Su vida se extinguía lentamente ante los ojos de su hijo, mientras la maldad se adueñaba del alma del asesino.

Empapado en la crueldad de su acción, José se encaminó hacia la próxima víctima de su espeluznante danza mortal. Siguiendo el rastro de sombras ensangrentadas, llegó a la habitación donde su madre y su hermana descansaban inseparables.

El rostro de su hermana lleno de terror, no despertó piedad ni remordimiento en el corazón retorcido de José. Como una marioneta macabra, el odio guiaba sus movimientos mientras la catana buscaba su siguiente objetivo.

El metal implacable cortó el aire con una velocidad aterradora, hundiéndose en las entrañas de su madre y de su hermana en un acto de barbarie sin sentido. Los gritos se ahogaban en un mar de espanto y dolor, mientras sus vidas se desvanecían en un torbellino de agonía.

La habitación quedó sumida en un silencio sepulcral, sólo interrumpido por la respiración entrecortada y entristecida del asesino. José, rodeado por la espesa niebla de la locura, se encontraba ahora solo en un escenario de pesadilla, con el peso de su atrocidad aplastando su alma ensombrecida.

La catana, manchada de sangre y testigo mudo de una matanza sin sentido, descansaba en su mano temblorosa. El amanecer presenció la devastación de una familia, dejando tras de sí un vacío de desolación y una comunidad atónita ante la manifestación más siniestra de la maldad humana.

José Rabadán marcó un antes y un después en la historia criminal de España, siendo uno de los parricidas más famosos del país, pero por desgracia, no el único. Si te intriga el mundo del crimen y quieres saber más sobre estos asesinos, te recomiendo que le eches un vistazo al post anterior, donde podrás descubrir otros casos reales y más detalles sobre estos atroces asesinos.

Y ahora sí, adéntrate conmigo en los recovecos más oscuros de este perturbador caso, donde desentrañaremos los motivos ocultos y exploraremos la psique retorcida de José Rabadán. 

El Pequeño José Rabadán

Si te pido que pienses en el parricida más famoso de la España de los 2000, ¿cómo te lo imaginas? Seguramente creas que era un loco, o un psicópata, (término que se utiliza para todo). Pero te diré que no era tan evidente la cosa. Si se te pasa por la cabeza una historia sobre un asesino que ha sufrido durante su infancia y busca venganza, te diré que este no es el caso. 

José Rabadan era lo que podría catalogarse como un niño “normal”. Nunca padeció enfermedad alguna, ni rasgo que hiciera sospechar a los que le rodeaban los crímenes que podía llegar a cometer. Nació en el seno de una familia católica promedio. Vivía con sus padres José Rabadán y Mercedes Pardo y su hermana pequeña María Rabadán, que padecía Síndrome de Down. Este último detalle no lo digo por decir, más adelante verás porqué es importante. Eran una familia muy apreciada y conocida en Santiago el Mayor, un barrio de Murcia.

Desde pequeño fue un niño alegre, al que le gustaba jugar con sus padres, pero sobre todo con su hermana. Aunque es cierto que era un poco callado y le costaba abrirse con personas que no conocía, no se observaban en él conductas extrañas. No tuvo malos comportamientos, más allá de las típicas rabietas que hemos podido tener todos de pequeños. Era un niño muy querido pese a la estricta educación que recibía por parte de su padre. No penséis que sufría malos tratos, simplemente su padre era el duro y su madre la que más lo consentía.

Que Dios nos Perdone

Pero algo sucedió durante el nacimiento de su hermana María, y es que durante el alumbramiento se dieron cuenta de la singularidad de la pequeña, que resultó padecer Síndrome de Down. Aún así Mercedes se mostraba feliz. No siendo ese el casó de su marido, quien continuamente maldecía la suerte que había corrido su hija, culpando a Dios de la condición con la que había nacido. Se lamentaba constantemente, preguntándole al altísimo qué habían hecho ellos para merecer ese mal. José, que apreciaba a su hermana por encima de todo, no se paraba a pensar en el síndrome que padecía, él solo sabía que la quería y que podían pasar horas jugando juntos, era la persona que más feliz lo hacía sentir.

Sin embargo, creció escuchando los lamentos de su padre, quien, aún pasados algunos años, seguía culpando a Dios por la enfermedad de su hija. Y, como podría pasarnos a cualquiera, cuando creces presenciando ese pesar, lo terminas interiorizando. Eso fué lo que sucedió. Tras muchos años escuchando las quejas de su padre, José poco a poco desarrolló cierta animadversión por Dios, el ser omnipotente que había permitido que su hermana, la persona a la que más quería, tuviese que padecer esa condición.

La Gran Ambición de José

A la edad de 14 años José empezó a mostrar interés por las artes marciales, y por ello sus padres decidieron apuntarle a taekwondo, para que así se acercarse un poco más a la que se había convertido en su pasión. Pero la cosa no se quedó solo en las artes marciales, ya que al poco tiempo empezó a interesarse por las películas de samuráis, hasta el punto de comenzar una colección de armas relacionadas con todo ese “mundillo”. Llegó a juntarse con varios cuchillos, navajas, nunchakus… Una afición un tanto peculiar para un chico de esa edad, pero nada preocupante. 

Sin embargo su colección no estaría completa hasta que no consiguiera la más preciada de las armas. Y como te estarás imaginando, quería nada más y nada menos que una catana. Sentía fascinación por esa espada que tantas veces había visto en las peleas de las películas de samurais, y no pararía hasta conseguir una.

…Empezó a mostrar interés por las artes marciales…hasta el punto de comenzar una colección de armas relacionadas con todo ese “mundillo”. Llegó a juntarse con varios cuchillos, navajas, nunchakus…Sin embargo su colección no estaría completa hasta que no consiguiera la más preciada de las armas…una catana.

Fotografía periódico «El País».

Imagen de José Rbadán con gafas de sol saliendo de un coche policial.

Y mucho no le constó, ya que en su 17 cumpleaños, sus padres, que sabían de la ilusión de su hijo, le concedieron su deseo y le regalaron el arma que coronaría la colección. Por fin José había conseguido su tan ansiada catana que guardaría como un tesoro. 

Pero no os creáis que José y Mercedes estaban conformes con los gustos de su hijo. En especial el padre, ya que no comprendía cómo un chico tan joven podía tener esos intereses tan “peculiares”. Esta falta de comprensión por parte del padre y las ausencias escolares que el joven estaba empezando a tener, desembocaron en que padre e hijo discutieran día sí y día también.

El Primer Intento de Libertad

Las riñas cada vez eran más frecuentes, y en cada una que pasaba se alzaban más el tono de voz, llegando a convertirse la convivencia en algo imposible de sobrellevar para José. Por ello un buen día decidió que no podía continuar con esa situación, y que si sus padres no lo entendía, no quería seguir viviendo con ellos. Así que cogió una mochila, metió un poco de ropa y se fué de casa, caminando hacia ninguna parte, sin rumbo fijo. 

Pero no te creas que le duró mucho, porque pasadas unas pocas horas se dió cuenta de que le sería muy complicado vivir por su cuenta, por ello deshizo sus pasos y volvió a casa. Sus padres, que se habían dado cuenta de la ausencia de José y ya se encontraban en su busca, se percataron de que esa situación no podía continuar. Por ello permitieron que dejase el instituto, con la condición de que hiciera algún curso de formación profesional. Y así fué, Jose se apuntó a una FP de soldador, donde parecía estar a gusto con sus nuevos estudios. Pero la cosa tampoco cuajó.

Al poco tiempo de estar estudiando el curso, José se desencantó, dejó de gustarle la titulación que había iniciado. Por este motivo comenzó a recluirse en casa. Se había quedado sin motivación, sin objetivos que perseguir, y por ello centró su atención en otro ámbito de su vida.

Autopista al Infierno

¿Recuerdas esa inquina que te he comentado que sentía José hacia Dios? Pues lo llevó un poco más allá. El resquemor terminó por convertirse en odio, y pensó que si no era capaz de venerar a Dios por lo que le había hecho a su hermana, adoraría al Diablo. Se dedicó a buscar libros que hablaran sobre satanismo, sumergiéndose cada vez más en el oscuro mundo del culto a Lucifer. Hecho que provocó que la personalidad de José cambiase notoriamente. 

No era capaz de hablar de otra cosa, incluso cuando se reunía con sus amigos. El único tema de conversación que tenía era el satanismo y todo lo que giraba en torno a ese ámbito. Tal era su insistencia por hablar del tema, que los pocos amigos que conservaba en ese momento terminaron por apartarse de él. Esto hizo que el joven se volviese más introvertido, y pasase más horas encerrado en su casa de lo que ya lo hacía.

Fotografía de José Rabadán siendo arrestado por los policías.

El resquemor terminó por convertirse en odio, y pensó que si no era capaz de venerar a Dios por lo que le había hecho a su hermana, adoraría al Diablo.

Fotografía de la web laopiniondemuercia.es

El Invento del Diablo

Pero en el año 2000 algo cambiaría. Y no te vayas a pensar que para bien. Fue en este año en el que por primera vez entró un ordenador en la casa de los Rabadán. Y con esa novedosa incorporación a José se le abrió todo un abanico de nuevas posibilidades. 

Con la llegada a casa de la conexión a internet, también lo hicieron los juegos de ordenador, a los que José destinaba muchas horas al día. Pero no solo eso. Se enteró de la existencia de foros satánicos. Descubrió que habían personas que estaban interesadas en los mismos temas que él, y que podían seguirle en sus largas conversaciones al contrario que sus anteriores amigos. A medida que se adentraba en ese mundo, más le iba gustando. Y como curiosidad te diré que el nombre que utilizaba José para introducirse en dichos foros era ODEIM, que si te das cuenta es MIEDO al revés. Pues resulta ingenioso y todo oye. 

Navegando por esos oscuros lares de internet, se percató de que con el resto de personas no podía ser él mismo. Empezó a sentir la necesidad de huir, salir de esa casa y poder irse a donde quisiera, con personas que compartieran sus pensamientos. Pero existía un impedimento. Sus padres, como ya hicieron en la ocasión anterior, al darse cuenta de su marcha comenzarían a buscarlo, y eso era algo que José quería evitar a toda costa. Por este motivo se puso a pensar cuál era la mejor manera de evitarlo y que lo dejaran tranquilo a sus anchas. Ya sabrás por donde voy. No se le ocurrió otra idea que terminar con la vida de sus padres. Podría decirte que es la forma más literal que se me ocurre del dicho “matas al perro y se acaba la rabia”. 

Todo por Amor

Pero si algo impulsó la idea que Rabadán traía en la cabeza es lo que te voy a contar a continuación. Resulta, que durante una de sus conversaciones en un foro satánico, conoció a una chica que se llamaba Sonia y vivía en Barcelona. Pasaban mucho tiempo hablando por chat (madre mía qué tiempos), se lo contaban todo. Y cuando digo todo es todo, ya que José en alguna ocasión le había comentado las ansias de “libertad” que tenía. Sin embargo, la chica tampoco le daba mayor importancia, se pensaba que era una forma de hablar. Pero tú y yo sabemos que no era así. 

El hecho de conocer a Sonia hizo que José tuviese más ganas de irse de su casa, ya que quería estar con ella, conocer a esa persona con la que había pasado tantas horas chateando. Y como te he dicho, los padres eran un lastre. Por ello, el día 30 de abril del 2000 José tomó la decisión que marcaría su destino de por vida.

El Principio del Fin

Se pasó la noche hablando con Sonia hasta las 3 de la madrugada, como hacía todos los días, sin embargo esa vez la conversación no terminó como siempre, sino que José añadió que esa noche sería la noche clave. Cerró la conversación y se dirigió a su armario, donde guardaba la catana que sus padres le habían regalado unos meses antes. 

Y llegado a este punto, si te has leído la introducción (que espero que lo hayas hecho), ya sabrás lo que pasó. A las 4 de la madrugada José hizo el primer intento por matar a su padre, pero este se había levantado y tuvo que esperar hasta que lo escuchó roncar. Sin ambargo este no sería el único impedimento, ya que por la oscuridad de la noche, José no podía ver nada y tampoco quería encender ninguna luz. Por este motivo esperó hasta las 6:30 de la mañana, cuando empezaba a entrar un poco de claridad por las ventanas. Esa hora fué la elegida por Rabadán para sesgar la vida de sus padres.

El Nacimiento del “Asesino de la Katana”

En primer lugar mató a su padre, que se encontraba durmiendo en su habitación. Se colocó de pié, a su lado, y se quedó mirándolo unos segundos para asegurarse de que dormía. Cuando estuvo seguro, le acercó la catana al cuello para calcular el corte, y sin pensárselo dos veces, levantó los brazos y los dejó caer con todas sus fuerzas. De esta forma le produjo dos heridas incisas en el cuello. El padre, por instinto, se llevó las manos a la cabeza, provocando que también tuviera cortes en dicha zona. Según las propias palabras de Rabadán “sentía que mi cuerpo actuaba solo, no era capaz de controlarlo”

Acto seguido se fue a la habitación de su hermana, donde solían dormir junto a su madre, ya que se dedicaba a cuidarla también por las noches. Al irrumpir en la estancia se las encontró a ambas hechas un ovillo en un rincón de la habitación, paralizadas por el miedo que les había producido los desgarradores gritos que habían escuchado pocos minutos antes. Mercedes, al ver a José empapado en sangre y con la catana en la mano, rápidamente entendió lo que sucedía. Intentó proteger a su hija rodeándola con los brazos y aferrándola a su pecho. Pero los intentos de Mercedes fueron en vano, ya que tanto ella como la niña corrieron el mismo destino que su padre.

Cuesta creer como Jose no dudó en ningún momento, pero lo que más me extraña es cómo tampoco dudó al matar a su hermana, la persona a la que más quería. Pero el joven ansiaba su libertad y debía cortar de cuajo cualquier atadura que pudiera impedirlo.

En primer lugar mató a su padre… le acercó la catana al cuello, levantó los brazos y los dejó caer con todas sus fuerzas. Acto seguido se fue a la habitación de su hermana, donde solían dormir junto a su madre… tanto ella como la niña corrieron el mismo destino que su padre.

Fotografía periódico «El País».

Recreación de la noche en la que José cometió los asesinatos. Imagen oscura de un hombre levantando una catana.

Calma tras la Tempestad

Una vez terminada la faena, José intentó enmascarar la muerte de sus padres para ganar tiempo hasta poder irse. No sabía cuánto tiempo tardaban los cuerpos en descomponerse, por ello intentó retrasar el fenómeno lo máximo posible. 

Para ello se dirigió al baño y llenó la bañera de agua. Su intención era sumergir los cuerpos para evitar que oliesen y los vecinos se dieran cuenta de lo sucedido. Empezó con el cadáver de su hermana. Le puso una bolsa en la cabeza y la transportó hasta la bañera, sumergiéndola por completo en el agua. Lo mismo intentó con su padre, pero aquí fue donde su plan falló, ya que no contaba con la gran diferencia de peso entre un cuerpo y otro. Cómo ese factor estaba haciendo imposible meter el cuerpo en la bañera, José desistió en su intento por ocultar lo sucedido y se sentó en el sillón para recobrar fuerzas.

Estaba cansado, el corazón le iba a mil, y ante la calma de las primeras horas de la mañana José se dio cuenta. En ese momento empezó a reflexionar en lo que había hecho. Y fue consciente de que la única solución que le quedaba era huir. Sabía que su plan era ese desde el principio, pero debía darse prisa, ya que los cuerpos seguían en la casa y los vecinos no tardarían en darse cuenta de que la familia no estaba siguiendo su rutina habitual. 

Por ello se lavó la cara y las manos que aún tenía llenas de sangre y rápidamente fue a su habitación a por algo de ropa. Cogió su mochila, la llenó con algunas prendas y se puso una sudadera encima de la ropa que llevaba manchada de líquido carmesí.

La Caja de las Oportunidades

Pero no te creas que se fue con una mano delante y otra detrás. Antes de salir por la puerta recordó que no podía pasarle lo mismo que la última vez que intentó escapar, no podía llegar a ningún sitio sin dinero, y sabía que le sería imposible volver a su casa nunca más. Le llegó a la cabeza un recuerdo, su padre guardaba una caja de galletas en la que ahorraba dinero todos los meses. Ya sabes, esa típica caja de galletas en la que nadie espera encontrar galletas porque siempre hay hilos de coser. Pues en el caso de José, en esa mítica caja se guardaba el dinero ahorrado. 

Rápidamente la encontró y cogió todo lo que había dentro, no era mucho, pero suficiente para llegar al destino que tenía pensado. A ver si adivinas dónde quería ir. ¡Pista! Adolescente enamorado de una chica por internet que vive en Barcelona, blanco y en botella, leche. Su objetivo sería encontrarse con la única persona que podía entenderlo. Se iría al encuentro de Sonia.

Unas Llamadas de Cortesía

Mientras se dirigía a la parada de autobús vió una cabina telefónica (¿te acuerdas de cuando aún existían?) y en ese momento decidió llamar a la policía. Se lo cogieron rápidamente y confesó que había matado a sus padres y que no podrían atraparle, pero el agente que respondió la llamada no se lo tomó en serio y colgó pensando que era algún tipo de broma. Sin embargo, el joven volvió a realizar la llamada, pero esta vez dio su nombre y apellidos, acompañado de detalles tán escabrosos que a la policía no le quedó atisbo de duda de lo narrado por José.

Colgó, pero la cosa no se quedó ahí, ya que recordó que esa tarde había quedado con un amigo para ir al cine. Por ello hizo una última llamada para decirle que había matado a sus padres y no podrían verse. (Oye pues qué detalle por su parte, estaría feo darle plantón al amigo.) Hechas las llamadas pertinentes, José ya podía continuar su camino. 

Terror en Santiago el Mayor

Mientras tanto, el barrio de Santiago el Mayor despertaba para afrontar un día como otro cualquiera. Pero los vecinos de la familia Rabadán pronto se percataron de que algo debía suceder en la casa, ya que era extraño que no se escuchase el típico ajetreo de las mañanas y las persianas de algunas habitaciones aún permanecían cerradas. Recordemos que la familia Rabadán era muy querida en el barrio y prácticamente todos se conocían, por ello los vecinos consideraron avisar a la policía, los cuales ya se encontraban en camino debido a la llamada que había hecho José minutos antes. 

Al llegar a la casa se dieron cuenta de que nadie contestaba, y eso llevó a los agentes a ponerse en lo peor. Tras insistir, se vieron en la obligación de forzar la puerta, ya que sospechaban que algo había pasado. Y en efecto, al entrar a la casa confirmaron que las declaraciones que había hecho el joven de la llamada eran ciertas. 

Al entrar los policías se encontraron con una estampa digna de una película de terror. Prácticamente no quedaba ninguna estancia que no estuviera llena de sangre, siendo las habitaciones las más grotescas. Rápidamente llamaron a homicidios, quienes se personaron en la escena para comenzar la investigación. En las habitaciones se encontraban los cuerpos de los padres y la hermana de José empapados totalmente en sangre, la escena impresionaba hasta al más experimentado de los policías. Al entrar al salón se dieron cuenta de que la catana estaba tirada en el sillón, y rápidamente la identificaron como arma del crimen.

Imagen de archivo policial de las armas incautadas en la escena del crimen.

Los policías se encontraron con una estampa digna de una película de terror… no quedaba ninguna estancia que no estuviera llena de sangre. La escena impresionaba hasta al más experimentado.

Fotografía periódico «La Vanguardia».

Próxima Parada: Sonia

Mientras tanto, José seguía su camino con destino a Barcelona. Para ello pretendía llegar a la estación de Alicante, donde cogería el tren que le llevaría directo hasta Sonia, la única que era capaz de comprenderlo. Caminó durante horas por la carretera hasta que un coche accedió a recogerlo y llevarlo hasta Alicante. 

Una vez llegó a la ciudad, necesitaba que alguien le indicase dónde quedaba la estación de tres. Y para orientarse le preguntó a un chico llamado Oliver, que vivía en una chabola en la calle. Pero José llevaba una camiseta llena de sangre y necesitaba descansar, por ello pasó la noche con el chico. Durante esa noche, José estuvo alardeando de lo que había hecho, de cómo había conseguido su libertad y lo entusiasmado que estaba por conocer a Sonia. Esa misma noche quemó la camiseta ensangrentada, como si se estuviera deshaciendo del último objeto que lo vinculaba a sus padres.

Algo de Cordura

A la mañana siguiente, antes de ir a la estación de tren, José llamó a Sonia para decirle que iba hacia Barcelona, que pronto podrían verse y que por fin se había liberado. Sonia, extrañada por las declaraciones de José le preguntó el porqué de su visita, y el joven no tuvo ningún reparo en contarle todo lo que había sucedido el día anterior. Sonia, como es normal, se asustó por lo que le había narrado José, y tomó la decisión más sensata. Rápidamente se lo contó a su madre, y ésta se puso en contacto con las autoridades. Les contó las intenciones de José de ir a Barcelona, y que en esos instantes se encontraba en Alicante. 

En Busca y Captura

En un abrir y cerrar de ojos, la policía empezó a difundir la foto de José por las calles, no dejaron pared sin empapelar con carteles de “se busca”, y tanto la estación de trenes de Alicante como la de Barcelona quedaron advertidas de la presencia del joven. Y la verdad que la captura no se demoró mucho, ya que minutos más tarde de recibir el aviso, José fué reconocido por uno de los policía que se encontraba en la estación, siendo capturado allí mismo. 

Rápidamente fué retenido y trasladado a la Jefatura Superior de Policía de Alicante, donde se le hicieron numerosos interrogatorios. Lo más escalofriante de todo es que, según los agentes, en ningún momento lo escucharon arrepentirse de sus actos. No mostró remordimientos ni dolor por lo sucedido, simplemente sentía que era libre, ya que en repetidas ocasiones afirmó que lo único que buscaba era tener una nueva vida sin estar bajo el control de sus padres. 

Tras los interrogatorios, y mientras transcurría la investigación, fué condenado a prisión provisional, a la espera de recibir una sentencia definitiva. Pero el tiempo pasaba, y el periodo de su estancia en la cárcel fué haciendo meya en su personalidad, terminó por convertirse en un chico prepotente y altivo, que alardeaba de los asesinatos que había perpetrado.

José fué reconocido por uno de los policía que se encontraba en la estación, siendo capturado allí mismo. Fué retenido y trasladado a la Jefatura Superior de Policía de Alicante, donde se le hicieron numerosos interrogatorios. No mostró remordimientos ni dolor por lo sucedido… sentía que era libre.

Fotografía revista «Diez Minutos».

Imagen de detención de José Rabadán, en la que se le muestra con gafas de sol y elevando el dedo corazón en forma de protesta.

La Mente del Asesino

Pero eso no hizo que José Rabadán contribuyese a la investigación. Debido a la crueldad de los actos, y la actitud que mostraba el joven, fueron varios los profesionales que le realizaron exámenes psiquiátricos, a fin de esclarecer si era una enfermedad mental la que le había conducido a matar a su propia familia. Pero se encontraron en un mar de confusión, ya que José seguía sin contribuir al esclarecimiento de un diagnóstico. Y lo único que podían determinar los psiquiatras es que estaban ante un chico de personalidad distante, que podía ser un psicópata sádico y narcisista. 

Sin embargo los psicólogos contratados de oficio no decían lo mismo. En este caso llegaban a la conclusión de que José estaba afectado por una enfermedad neurológica, lo diagnosticaron de psicosis epiléptica idiopática, que le causaba gran confusión. Lo que unido a los videojuegos, las películas de samurais y los foros de satanismos en los que solía chatear, podían haberlo conducido a cometer los asesinatos.

No fue hasta junio de ese mismo año, que José admitió haber acabado con la vida de sus padres y su hermana. No obstante, alegó que había sido a causa de un ataque de psicosis epiléptica. Debido a las declaraciones del joven, y su edad, le fué aplicada la Ley del Menor que se había instaurado en enero del año en cuestión.

Imagen de periódico de la cara de José en primer plano.

Varios los profesionales que le realizaron exámenes psiquiátricos… lo único que podían determinar es que estaban ante un chico de personalidad distante, que podía ser un psicópata sádico y narcisista. 

Fotigrafía periódico «Infobae»

Cuestionable Condena

José Rabadán fué condenado a pasar seis años en un centro de menores, con el fin de ser rehabilitado, a los que se le sumarían 4 años de libertad vigilada. 

Seguramente pienses ¿cómo puede ser que una persona que ha matado a su familia a sangre fría no vaya a poner un pie en la cárcel? Pues la razón principal es la Ley del Menor que te comentaba antes. Ya que esta tenía como fin la rehabilitación del penado y no tanto el “castigo” por las acciones que había cometido. 

Es decir, lo que realmente querían lograr es que José pudiese hacer vida normal de nuevo, no que pagase por los crímenes que había perpetrado. Ya que se piensa que los menores, si reciben unas pautas adecuadas, son capaces de reinsertarse de nuevo en la sociedad con éxito. 

Aunque tengo que decir, que muchas personas no estaban conformes con la condena que se le había impuesto, ya que, supuestamente se estaba olvidando que tres personas habían perdido la vida, considerando la pena demasiado permisiva.

Dejando el Pasado Atrás

Pero te diré que en este caso, la condena impuesta dió sus frutos. Una vez finalizado el periodo de reclusión en el centro de menores y la libertad vigilada, José Rabadán volvió a su vida normal. 

Hoy en día el que fué señalado por todos como “el asesino de la katana” o “el loco de la katana”, es un padre de familia que se dedica al sector de la economía. Y por increíble que parezca, pertenece a una comunidad evangélica de Cantabria. Según él mismo confiesa en su documental Yo fui un asesino, la condena que le impusieron fue la clave de su cambio.

Durante el tiempo que pasó en la cárcel a la espera del juicio se dio cuenta de lo cruel que era esa institución. Se codeaba todos los días con asesinos, en un entorno donde se respiraba la violencia y se trapicheaba delante de sus narices. Sin embargo, en el centro de menores le fueron impuestos unos horarios, unas pautas de comportamiento y lo más importante, unos objetivos de vida, que hasta la actualidad le han servido como base para desarrollar la persona que es. Según Rabadán, si antes era un asesino ya no lo es, y si era un enfermo mental ahora tampoco lo es.

Redención

Si bien las opiniones sobre su caso siguen siendo controvertidas, José Rabadán ha demostrado que las segundas oportunidades y la posibilidad de rehabilitación pueden marcar la diferencia en el destino de una persona. Su historia es un recordatorio inquietante de la complejidad de la mente humana y del potencial de cambio que yace incluso en los rincones más oscuros del ser humano.

Así, con su pasado trágico como una sombra lejana, José Rabadán ha logrado construir una nueva vida, dejando atrás al «asesino de la catana» y abrazando la esperanza de un futuro redimido.

Hoy en día “el asesino de la katana” es un padre de familia que se dedica al sector de la economía. José Rabadán ha demostrado que las segundas oportunidades y la posibilidad de rehabilitación pueden marcar la diferencia en el destino de una persona.

Fotografía periódico «La Voz de Galicia».

Imagen actual de José Rabadán, habaldo a camara para el documental "Yo fui un asesio".

Perfil Psicológico de José Rabadán

José Rabadán, conocido como «El Asesino de la Katana», presenta un perfil psicológico sumamente complejo. En el que se combinan elementos de la triada oscura, la diferencia en la motivación entre los asesinatos de sus padres y el asesinato de su hermana. Así como otros factores que contribuyeron a sus actos violentos y perturbadores.

En primer lugar, es evidente la presencia de la triada oscura en su perfil. José Rabadán exhibe características asociadas a esta triada, como el maquiavelismo, la falta de empatía y el narcisismo. Su elección de utilizar una catana como arma refleja un deseo de poder y control sobre su entorno, lo cual se relaciona con el maquiavelismo. Además, su falta de empatía y su desprecio por la vida humana son indicadores claros de su falta de consideración por los demás.

Es importante destacar la diferencia en la motivación entre los asesinatos de sus padres y el asesinato de su hermana. En el caso de sus padres, su principal motivación parece haber sido liberarse de ellos para obtener su propia libertad. José Rabadán percibía a sus padres como restricciones y limitaciones que deseaba eliminar de su vida. Por otro lado, el asesinato de su hermana fue impulsado por una mezcla de compasión distorsionada y misericordia. Aunque su acto fue violento, pudo haber creído erróneamente que estaba liberando a su hermana del sufrimiento asociado a su condición.

Estos aspectos se entrelazan con otros factores en el perfil psicológico de José Rabadán. Su juventud al cometer los asesinatos juega un papel importante, ya que su desarrollo psicológico y emocional aún estaba en curso. Además, la presencia del síndrome de Down en su hermana, añadió una carga emocional y complejidad a su situación familiar.

La falta de empatía, la disfunción moral y la búsqueda de poder y control son características centrales en su perfil. José Rabadán muestra una desconexión emocional y una ausencia de remordimiento, lo que indica una profunda disfunción en su desarrollo moral y empático. La influencia del entorno carcelario y su reclusión en un centro de menores, también jugaron un papel en su percepción de la violencia y su sentido de la realidad. Aunque su tiempo en el centro mostró signos de rehabilitación y cambio en su personalidad, estos factores no deben ser subestimados en la comprensión de su perfil psicológico.

En conclusión, el perfil psicológico de José Rabadán revela una compleja combinación de factores. La presencia de la triada oscura, la diferencia en la motivación entre los asesinatos de sus padres y el asesinato de su hermana, su juventud, los conflictos internos, la falta de empatía y la disfunción moral. Su caso destaca la importancia de un adecuado diagnóstico, tratamiento y rehabilitación para los individuos que muestran signos de violencia y trastornos psicológicos. Asimismo, nos recuerda que la psicología criminal es un campo desafiante y complejo. Donde cada caso requiere un análisis cuidadoso y una comprensión profunda de las complejidades humanas.

Conclusión

¡Y así llegamos al final de este intrigante viaje al mundo de la psicología criminal! El caso de José Rabadán, «El Asesino de la Catana», nos ha mostrado que hay mucho más de lo que se ve a simple vista. Sus motivaciones, su juventud y los oscuros misterios de su mente nos han dejado con más preguntas que respuestas.

Pero no te preocupes, esto es solo el comienzo. Si te has enganchado con este caso fascinante, te animo a que sigas explorando el apasionante mundo de la criminología en mi blog. Allí encontrarás más historias intrigantes, perfiles psicológicos desconcertantes y descubrirás cómo la mente humana puede llegar a ser un terreno inexplorado.

La psicología criminal es como un rompecabezas gigante, y cada caso es una pieza más para armar el panorama completo. ¿Quién sabe qué secretos nos revelará el próximo post? Así que mantén tus ojos bien abiertos y tu mente curiosa, porque hay mucho más por descubrir.

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