El Caso de Jack el Destripador: Terror en Whitechapel

Introducción

Pocos nombres resuenan tanto en la historia del crimen como el de Jack el Destripador. Todos tenemos en la memoria a ese sujeto de figura alargada, envuelta con una capa hasta los pies  y coronada con un sombrero de copa ocultando su rostro. Un rostro que jamás hemos sido capaces de identificar. 

Muchos años han pasado desde que aquella figura sin nombre hiciera estremecer a la población del barrio de Whitechapel en Londres, y muchas han sido las habladurías que se han extendido a lo largo de las décadas. Pero… ¿Quién fue en realidad Jack el Destripador?  

Si bien en La Lente de Holmes no tenemos la respuesta definitiva, lo que sí podemos hacer es contarte la verdadera historia del caso que aterrorizó al Londres del siglo XIX.

Ciudad en Ruinas

Corría una noche como otra cualquiera en las calles del East End de Londres, en 1888. Rúas laberínticas en las que uno podía perderse sin remedio conformaban el barrio de Whitechapel. Uno de los más perjudicados por la inmigración fruto de la revolución industrial que se estaba experimentando en aquel momento.

Prostitutas, borrachos y delincuentes eran la fauna habitual que poblaba las maltrechas calles. Un paisaje humano compuesto por aquellas personas que habían llegado hasta Londres en busca de una vida mejor y que se habían dado de bruces con la realidad. Se habían convertido en almas en pena que vagaban sin rumbo por los callejones de uno de los barrios más pobres de la capital británica. 

Las noches en Whitechapel eran casi siempre iguales. Todo lo que uno podía observar era la densa niebla que cubría el paisaje, corrompida a duras penas por los faroles de los locales del lugar. Abiertos hasta altas horas de la madrugada para saciar la sed de la desesperanza.

La Primera Víctima

Por aquellas calles vagaba Mary Ann Nichols, una prostituta de 43 años que había sido expulsada del albergue en el que se encontraba, por no poder pagar los 4 peniques que costaba pasar la noche. Pero no os vayáis a pensar que era por falta de dinero. Ya que, si bien Polly, como la llamaban sus conocidos, ejercía el trabajo más antiguo de la historia, fue capaz de ganar el triple aquella noche. Desgraciadamente, Polly padecía una gran adicción a la bebida y se había gastado todo el dinero en diversas tabernas del barrio. De esta manera, Mary Ann se vio obligada a deambular por las calles de Whitechapel. Como un espíritu errante hasta que saliera el sol y comenzara otra jornada de duro trabajo. 

Sin embargo, los ojos de Polly no volverían a ver la luz de un nuevo día, ya que en su camino se cruzó la sombra de la muerte. A las 3:40 de la madrugada del 31 de agosto, fue encontrado el cadáver de Mary Ann. Los hombres que lo descubrieron, que se hallaban camino del trabajo, palidecieron ante la desgarradora escena. Por lo que corrieron para avisar a la policía lo más rápido que les dieron sus piernas.

Pronto se encontraron con uno de los agentes que realizaba la ronda nocturna, el cual se apresuró en llegar a la escena del crimen para confirmar lo que aquellos hombres de rostro albo como el papel le habían contado. Tras presenciar el cadáver de la mujer, el agente, que también había sido perturbado por lo grotesco de la situación, dio aviso a la comisaría. 

Y seguramente estarás pensando… ¿en un barrio con tanta pobreza y delincuencia, los policías no estaban acostumbrados a lidiar con estas situaciones? Te diré que no, ya que, si bien eran habituales los robos, el trapicheo, la prostitución y la mendicidad, en Whitechapel no solían perpetrarse asesinatos. Por lo que no es de extrañar que el agente se comunicara a todo correr con la comisaría. Ya que en ese momento se abriría una investigación para averiguar quién había sido capaz de dejar el cadáver de Mary Ann de aquella forma.

Analizando el Desastre

Poco tiempo después se presentaron más policías, que se encargaron de alejar a los curiosos que se aproximaban para contemplar la escena. Estos iban acompañados del médico forense que se encargaría de realizar el reconocimiento del cadáver y la posterior autopsia. 

El encargado de tal labor, y del resto de la investigación, fue Edwin Baxter. El cual en un primer vistazo pudo advertir la contusión que mostraba la víctima en su mandíbula derecha, por la que le habían saltado un total de cinco dientes. También eran evidentes las cuchilladas que recorrían de lado a lado su cuello, así como las que mutilaron su abdomen. 

Durante un examen más exhaustivo en el mismo lugar del fallecimiento observó más detenidamente los dos profundos cortes del cuello. Ambos de izquierda a derecha, pero uno mucho más profundo. Tanto era así, que había logrado rasgar todas las capas de tejido hasta dejar a la vista las vértebras por su cara anterior. Tras ello se entretuvo en examinar los cortes del abdomen. También muy profundos y realizados con una brutalidad tal que habían dejado al descubiertos los intestinos que contenía. El último examen lo realizó en la vagina de la víctima, ya que en ella se habían asestado dos puñaladas con gran salvajismo. 

Finalizado el examen y a expensas de encontrar nuevos resultados una vez efectuada la autopsia. Baxter afirmó que todas las incisiones y puñaladas se ejecutaron con el mismo cuchillo, el cual, a juzgar por la profundidad de las heridas abdominales, era de hoja larga y muy afilada. Mediante la toma de temperatura del cadáver pudo confirmar que el fallecimiento se había producido hacía menos de una hora. 

En el laboratorio forense, y tras el exhaustivo examen del cadáver se concluyó que el criminal que había llevado a cabo tan despiadado crimen era diestro, ya que los cortes del cuello se habían realizado de izquierda a derecha. Y no solo eso, sino que se aventuró a asegurar que las incisiones las había ejecutado una persona con experiencia previa en el trato de los cuerpos.

Imagen retatro en blanco y negro de Mary Ann Nichols, víctima de Jack el Destripador.

«Dos profundos cortes del cuello. Ambos de izquierda a derecha, pero uno mucho más profundo. Tanto era así, que había logrado rasgar todas las capas de tejido hasta dejar a la vista las vértebras por su cara anterior».

Fotografía de la Web «IMDb».

El Nacimiento de la Leyenda

Rápidamente los plumillas de la ciudad se hicieron eco de la noticia y empezaron a difundirla en las páginas de sucesos de los periódicos de todo el país. Llegando a la conclusión de que un peligroso asesino en serie andaba suelto. 

Pero… ¿Un asesino en serie no mata a más de una persona? Así es, y es que para este momento hay un dato que no he mencionado. Ya que, si bien Polly era la primera víctima del barrio de Whitechapel, no lo era de las zonas cercanas al mismo. Esto se debe a que otras dos mujeres se hallaron muertas unos meses atrás. Los gacetilleros solo tenían que sumar dos más dos para obtener una historia de terror que contar a sus fieles lectores. 

Nos obstante, a ojos de la policía los asesinatos precedentes no tenían nada que ver con el de Polly. Debido a que la forma en la que se habían perpetrado y la pericia que se había demostrado en el modus operandi del asesino de Whitechapel no tenía comparación con el de los otros dos.

De esta manera, Scotland Yard  encomendó la resolución del caso a tres detectives. Los cuales, tras unas cuantas investigaciones desmintieron rotundamente las fabulaciones que las gacetas estaban extendiendo por toda la ciudad. Sin embargo, los periodistas, aunque errados en un principio, no se estaban alejando del desenlace final.

Annie Chapman: La Segunda Víctima

Esto se debe a que tan solo una semana después de lo sucedido, el 8 de septiembre de 1888, sería hallado el cuerpo sin vida de Annie Chapman, una mujer de 47 años que se convertiría en la segunda víctima del asesino de Whitechapel. 

Annie era presa de sus circunstancias. Al igual que Polly, vagaba por las calles ejerciendo la prostitución y la mendicidad, ya que su marido había muerto hacía unos años. Sin dinero, y desesperada por no tener nada que llevarse a la boca, se vio atrapada por Whitechapel y su despiadada realidad.

El cadáver de Annie fue encontrado tirado en el suelo del patio trasero del 29 de la calle Hanbury. Rápidamente la policía fue reclamada y estos acudieron acompañados del médico forense George Bagster Phillips, quien sería el encargado de realizar la autopsia en esta ocasión. 

En el transcurso del levantamiento del cadáver, se presentó ante los agentes una mujer de una edad similar a la de la víctima. Aseguraba ser buena amiga de Annie y conocer algunos detalles sobre los instantes previos a su muerte, por lo que fue acompañada por los policías hasta la comisaría en calidad de testigo. 

El Hombre Misterioso

Esta mujer, de la cual se desconoce su identidad, fue interrogada durante algunas horas por los agentes de policía. Según afirmó, había visto a Annie paseando del brazo de un varón cerca del lugar donde fue localizada. Por desgracia no fue capaz de ver con claridad la cara del sospechoso, pero aseguró haber escuchado que este le decía “¿Quieres?” a lo que Annie respondió “Sí”. La testigo era sabedora de las prácticas con las que la víctima se ganaba la vida, por lo que no encontró nada extraño en la conversación. 

Por desgracia, este relato no era suficiente para los agentes encargados del caso, por lo que le pidieron que describiera de la forma más detallada posible la apariencia de aquel extraño hombre. Según la mujer, se trataba de un hombre de alargada figura, que portaba una capa que le llegaba hasta los pies y un sombrero de caza, muy parecido al de Sherlock Holmes. Estimó la edad del caballero en unos cuarenta años y lo último que añadió fue que tenía el pelo oscuro y aspecto de ser extranjero.

Precisión de Cirujano

Mientras tanto, en el laboratorio forense se estaba llevando a cabo la autopsia de la víctima, en la que el doctor Bagster descubrió unos hechos muy reveladores. Según el médico, Annie presentaba un corte muy profundo en el cuello, que lo recorría de un lado a otro, junto con múltiples hematomas en la zona de la mandíbula. En el abdomen podía observarse una profunda incisión, por la que se habían extraído los intestinos y colocado sobre uno de los hombros de la víctima. Pero eso no sería lo más grotesco que vería Bagster, ya que al continuar con la autopsia por la zona de la pelvis, se percató de la ausencia de varios órganos. Tanto el útero como la vejiga y el apéndice habían sido cuidadosamente extraídos del mesenterio, y ya os adelanto que esas partes jamás serían encontradas. 

Terminado el trabajo, el forense concluyó que no cabía duda de que el responsable de aquellos actos tenía conocimientos de anatomía, ya que podía observarse cómo, al realizar la extracción, se había evitado entrar en contacto con el recto y el cérvix. Por otro lado, afirmó que la herramienta utilizada para tal fin debía estar tan afilada como un bisturí, pero no era posible que hubiera utilizado tal instrumento, debido a que la hoja era muy larga y no encajaba con ningún utensilio quirúrgico de aquella época. 

También planteó la posibilidad de que el trabajo hubiera sido realizado por más de una persona, ya que entre la hora en la que la testigo había visto a Annie con vida, y la que había sido encontrada no habían transcurrido más de 30 minutos. Sin embargo, esta última idea sería desechada más adelante. 

Si habéis llegado a este punto os habréis dado cuenta de que tanto el asesinato de Polly como el de Annie eran muy parecidos, lo único que cambiaba eran las ubicaciones en las que habían tenido lugar los hechos. Y esto a Scotland Yard también le llamó la atención. Aquello confirmó que las habladurías que habían ido divulgando los gacetilleros se habían convertido en realidad. Podían afirmar que un asesino en serie vagaba por las calles de Londres.

«En el abdomen podía observarse una profunda incisión, por la que se habían extraído los intestinos y colocado sobre uno de los hombros de la víctima.»

Fotografía Plataforma X «Leyendas Legendarias».

Imagen retatro en blanco y negro de Annie Chapman, víctima de Jack el Destripador.

Terror en Whitechapel

Al igual que el hallazgo de Polly, el de Annie corrió como la pólvora, y la idea del asesino en serie cobró más fuerza que nunca. Por todo Londres empezaban a difundirse las habladurías, y en el barrio de Whitechapel ya era una realidad. Pero no solo el miedo se adueñó de la ciudad, también lo hizo la inseguridad. A ojos del pueblo la policía era incompetente, no habían sido capaces de detener al asesino que mataba mujeres y no fueron pocos los que se burlaron de dicha ineficacia.

Tal era la incertidumbre, que los mismos habitantes del barrio decidieron emprender una iniciativa a la cual llamaron “Organización Ciudadana de Whitechapel”. Sus miembros irían patrullando por las calles, con el fin de disuadir las macabras acciones del criminal a la vez que intentaban obtener pruebas que pudieran desvelar la identidad de este ser que llevaba consigo la muerte. Pero como os podréis imaginar, esta organización tampoco tuvo éxito en su afán por descubrir al culpable.

De esta forma, empezaron a enviar a la policía todas sus averiguaciones. Un gran número de cartas llegaban a diario a la comisaría, en las que solo habían elucubraciones y supuestas pistas sin fundamento. Sin embargo, una carta llamó la atención de los agentes.

El Origen de Jack El Destripador

La misiva, escrita íntegramente en tinta roja, estaba directamente dirigida al jefe de policía de la comisaría. Y en ella, el remitente relataba con todo lujo de detalles los actos que había realizado así como los que iba a realizar, añadiendo algunos pensamientos personales. A día de hoy no se ha podido confirmar si la carta fué escrita por el verdadero asesino, pero aun así es muy importante para esta historia. Ya que la carta se encontraba firmada por “Jack The Ripper”, o como lo conocemos en el mundo hispanohablante, “Jack El Destripador”. De este escrito surgió el nombre del famoso asesino, que se emplearía hasta nuestros días. 

La noticia de la carta se filtró rápidamente y los periodistas ya contaban con un nuevo titular. El asesino de Whitechapel tenía nombre y así sería conocido por siempre. Aquel 25 de septiembre, día que se recibió la carta, nació Jack El Destripador. Y este no se demoró mucho en hacer una nueva aparición. 

Imagen de la carta escrita en tinta roja que dio nombre a Jack el Destripador.

«La misiva, escrita íntegramente en tinta roja, estaba directamente dirigida al jefe de policía de la comisaría. Y en ella, el remitente relataba con todo lujo de detalles los actos que había realizado así como los que iba a realizar… De este escrito surgió el nombre del famoso asesino».

Fotografía de la Web «Chuynet».

Un Crimen Incompleto

El 30 de septiembre, el cuerpo de Elizabeth Stride, otra prostituta, fue encontrado de madrugada, tendido en el suelo de la calle Berner. Al igual que en los casos anteriores, la policía fue avisada y acudieron con premura a la escena del crimen. Pero esta vez algo había cambiado. El cuerpo de Elizabeth permanecía intacto, a excepción de un corte en el cuello, con la misma profundidad y dirección que se había observado en las dos víctimas anteriores. Pero en esta ocasión, el cuchillo con el que se había realizado era mucho más corto.

Los policías no paraban de preguntarse por qué esta vez Jack el Destripador, caracterizado por la brutalidad de sus actos, tan solo le había cortado el cuello a su presa.

Pero sus dudas pronto serían despejadas, ya que hacia el lugar se dirigió uno de los agentes que se encontraba haciendo la ronda nocturna por el barrio. Estaba atónito ante el descubrimiento del cadáver. Aseguró haber visto a la víctima con vida hacía escasos minutos. Sin embargo, según el relato del policía, Elizabeth no estaba sola. Le vio deambulando por la calle acompañada de un hombre. Afirmó que este era alto, que no tendría más de 30 años. De cabello negro y aspecto de extranjero. Ataviado con una capa, larga hasta los pies y una gorra de caza. 

Los policías encontraron la respuesta ante sus ojos. Lo más seguro es que el agente, al hacer su ronda hiciera que Jack se pusiera nervioso, por lo que se dio prisa en terminar con la vida de su víctima. De esta forma no habría tenido tiempo de ejecutar su elaborado modus operandi. 

«El cuerpo de Elizabeth permanecía intacto, a excepción de un corte en el cuello, con la misma profundidad y dirección que se había observado en las dos víctimas anteriores.»

Fotografía Plataforma X «Leyendas Legendarias».

Imagen retatro en blanco y negro de Elizabeth Stride, víctima de Jack el Destripador.

La Furia del Destripador

Pero, Jack el Destripador no estaba dispuesto a quedarse sin su dosis de sangre. Mientras la policía aún se encontraba en la escena del crimen de Elizabeth, con el cadáver aún caliente, fueron avisados de otro hallazgo tan solo unas calles más lejos. 

En esta ocasión, el cuerpo de Catherine Eddowess no corrió la misma suerte que la víctima anterior. Por el resultado del trabajo del destripador, este estaba más furioso que nunca y podía verse con toda claridad reflejado en el estado de los restos. 

El cuerpo de Catherine mostraba una particularidad que no se había encontrado en las víctimas anteriores. En primer lugar y lo más evidente, era la cara de la víctima, o más bien la ausencia de esta, ya que se mostraba totalmente desfigurada. Colgajos de carne se habían desperdigado por los alrededores, y Catherine había quedado prácticamente irreconocible.

Por otra parte, si bien tanto los intestinos como el útero habían sido extraídos, el forense durante la autopsia echó en falta otro de los órganos. Su riñón izquierdo se seccionó con mucho cuidado. Las arterías que en vida se encargaron de portar la sangre al órgano, habían sido cuidadosamente seccionadas. Admitiendo el forense que el trabajo se había realizado con precisión de cirujano. 

Pero ¿por qué el riñón? Esta incógnita llevó de cabeza a los investigadores durante varios días. Nada parecía arrojar luz al enigma planteado por Jack el Destripador. Sin embargo, este no tardaría en hacerles llegar la respuesta. 

Imagen retatro en blanco y negro de Catherine Eddowess, víctima de Jack el Destripador.

«Catherine Eddowess no corrió la misma suerte que la víctima anterior. Había sido totalmente desfigurada. Colgajos de carne se habían desperdigado por los alrededores, y Catherine había quedado prácticamente irreconocible».

Fotografía Plataforma X «Leyendas Legendarias».

From Hell

Habían pasado 15 días y los policías aún no habían obtenido ninguna pista que pudiera esclarecer el misterio. En la comisaría podía cortarse el ambiente con un cuchillo. Los agentes inquietos se sentían acorralados. No sabían por dónde continuar la investigación. No tenían ninguna prueba, y si bien el famoso destripador no había hecho acto de presencia, tenían la certeza de que si no se apresuraban no tardarían en tener noticias. 

Y así fue, el día 15 de octubre llegó una nueva carta que heló la sangre de todos los que allí se encontraban. El pliego portaba un título: “From Hell” (“Desde el Infierno”) y estaba dirigido a George Lusk, el que en aquel momento era el presidente del Comité de Vigilancia de Whitechapel. La carta no estaba firmada por Jack el Destripador, siendo este un detalle que le otorgó más credibilidad, ya que la gran mayoría de cartas falsas se firmaban de aquella manera

Pero en esta ocasión el sobre no iba solo. Se encontraba acompañada de una caja envuelta en papel. La intriga carcomía a los agentes, por lo que decidieron leer la carta en ese mismo instante. Las líneas desvelaban lo siguiente:  “Señor, os envío la mitad del riñón que tomé de una mujer. Lo conservé para usted. El otro pedazo lo freí y me lo comí, estaba muy bueno. Quizá os envíe el ensangrentado cuchillo que lo extrajo si aguardáis un poco más. Firmado: Atrápame cuando podáis, Mr. Lusk.”

El Regalo de Jack

En el mismo instante en el que finalizó la lectura de la carta, todos los ojos se dirigieron a la pequeña caja que la acompañaba. Temiéndose lo peor, desplegaron el papel que la envolvía y levantaron la tapa. La caja contenía una pequeña masa sanguinolenta, con aspecto de haber pasado varios días fuera del cuerpo que la había contenido. Las caras de repulsión se extendieron por todos los que allí se encontraban, y rápidamente se confirmó que se trataba de un riñón. Las preguntas que surgieron entonces fueron… ¿Es ese el riñón de la víctima? ¿Realmente lo ha extraído Jack el Destripador?

La verdad es que nunca llegaron a responderse ninguna de las dos incógnitas, ya que por aquel entonces no era raro que tanto estudiantes de medicina como docentes se apropiaran de algunos órganos. Incluso eran múltiples los robos que las facultades de medicina sufrían. Y por desgracia, en 1888 no se contaba con los recursos suficientes para averiguar si el trozo de riñón pertenecía a Catherine, por lo que estas incógnitas quedaron sin resolver. 

Tras la llegada de la misiva, la policía siguió empleándose a fondo con el fin de averiguar la identidad de ese tal “Jack el Destripador», un ser tan macabro como osado que había sido capaz de escribir aquella carta y alardear de lo sucedido. 

«Señor, os envío la mitad del riñón que tomé de una mujer. Lo conservé para usted. El otro pedazo lo freí y me lo comí, estaba muy bueno. Quizá os envíe el ensangrentado cuchillo que lo extrajo si aguardáis un poco más. Firmado: Atrápame cuando podáis, Mr. Lusk.»

Fotografía de la Web «Fabulantes».

Imagen de la carta escrita por Jack el Destripador llamada "From Hell".

Mary Jane Kelly: La Última Víctima

Los días se sucedían y la policía se encontraba en un callejón sin salida. Por el momento no habían recibido noticias de ningún suceso parecido a los otros cuatro. Pareciera que los agentes siempre iban un paso por detrás y no eran capaces ni de pisarle los talones a aquel despiadado asesino.

Tanto fue así, que el día 8 de noviembre, a las 10:45 de la mañana recibieron un aviso en la comisaría. Un nuevo cadáver había sido encontrado, pero no en la calle, sino en el lugar donde se hospedaba. 

Se trataba de Mary Jane Kelly, una mujer que se dedicaba a la prostitución y que, al igual que sus predecesoras sufría una gran adicción a la bebida. Esta fue hallada por el dueño del edificio en el que residía, dado que según él mismo, se encontraba en la labor de recolectar los alquileres del mes. 

Según el hombre, Mary Jane estaba deudora de seis meses por lo que decidió insistir más de la cuenta para que la víctima le abriera la puerta. Al ver que esta no contestaba decidió echar un vistazo por la venta, ya que el apartamento de Mary se encontraba en la planta baja y sus ventanas daban a la calle.

El casero esperaba encontrar a la víctima durmiendo, como solía hacer a esas horas, sin embargo la imagen que presenció tras los cristales le acompañaría de por vida. Pudo ver con claridad el cadáver totalmente destrozado de Mary Jane, por lo que dio aviso de inmediato a las autoridades. Estas no tardaron en presentarse, pero esta vez lo harían más preparados que nunca. 

Muchísimos más agentes llegaron a la escena, liderados por el detective Walter Dew. Este movilizó de inmediato a sus hombres, pidiendo que llevaran varios perros policía a la escena, con la esperanza de que pudieran seguir el rastro del asesino; maniobra que no tuvo éxito. Y exigiendo en el lugar la presencia de George Bagster Phillips, ya que se había encargado de las autopsias de otras de las víctimas de Jack el Destripador. Y sin duda, se encontraban ante una de ellas. 

Dibujo en blanco y negro de Mary Jane Kelly, víctima de Jack el Destripador.

«Pudo ver con claridad el cadáver totalmente destrozado de Mary Jane, por lo que dio aviso de inmediato a las autoridades. Estas no tardaron en presentarse, pero esta vez lo harían más preparados que nunca».

Fotografía de la Web «Wikipedia».

El Doctor Bagster se presentó rápidamente en la escena, y ordenó el levantamiento del cuerpo. Hacer la autopsia era la prioridad, ya que tenían esperanzas de que les desvelara alguna pista que pudiera conducirles hasta el destripador. Mientras, los agentes que allí se encontraban se dedicaron a recoger el mayor número de pruebas que les fue posible.

En palabras del forense, esta había sido la autopsia más complicada de todas, debido al deteriorado estado del cadáver. Según el informe que redactó Bagster, todo el abdomen estaba vacío, así como gran parte de los muslos. Los brazos y los pechos mutilados, al igual que el cuello, desde el cual era posible visualizar los huesos de las vértebras. La cara fue cercenada hasta el punto de dejar irreconocible a la víctima y las vísceras extraídas habían sido desperdigadas por toda la habitación y alrededor del cuerpo. Por último, apuntó que el corazón no se había encontrado. 

«Todo el abdomen estaba vacío, así como gran parte de los muslos. Los brazos y los pechos mutilados, al igual que el cuello, desde el cual era posible visualizar los huesos de las vértebras

Fotografía de la Web «Wikipedia».

Imagen en blanco y negro de la escena del crimen de Mary Jane Kelly, última víctima de Jack el Destripador.

Durante la investigación, un testigo cercano a Mary Jane, afirmó haberla visto en la puerta de su apartamento acompañada de un hombre sobre las 2:00 de la madrugada. Según declaró, esta le solicitó algo de dinero, pero se negó, finalizando así su conversación. Al igual que con los testigos anteriores, los investigadores le preguntaron si podía recordar alguna característica del hombre que se encontraba con ella. El testigo lo describió como un barón alto, pelirrojo, de no más de 35 años. Iba vestido con una capa larga y un bombín. Y en el centro de la cara lucía un bigote muy poblado y llamativo. Los agentes otorgaron gran credibilidad a dicho testimonio ya que otras personas que se habían cruzado con Mary en algún momento de aquella noche lo habían descrito de una manera muy similar. 

Por último, las declaraciones que atendieron fueron las de la amiga de la víctima, que vivía justo en el apartamento superior. Tal y como contaba la testigo, vio a Mary en la puerta de una taberna cerca de las 2:00 de la madrugada, acompañada de un hombre; al que describió de la misma forma que lo había hecho el conocido de la víctima anteriormente. Los vio hablando y caminando hacia su hospedaje. Sobre las 3:00 la testigo regresó a su casa y observó que de la ventana de Mary no salía luz alguna y no se escuchaban ruidos, por lo que supuso que estaría dormida. De esta forma pudo establecerse la hora de la muerte de la víctima entre las 2 y las 3 de la madrugada.

El Rastro Perdido

La muerte de Mary Jane Kelly escribió el último capítulo de la terrorífica historia de Jack el Destripador, o por lo menos de las víctimas oficiales. Tras esta, muchas otras prostitutas murieron asesinadas, sin embargo el modus operandi difería mucho del que había mostrado el asesino de Whitechapel, por lo que no se le atribuyeron a este. Por mucho que siguieron investigando jamás lograron acercarse al enigmático asesino. Las brutales circunstancias en las que fue encontrada la última víctima generaron una presión sin precedentes sobre los detectives.

Sin embargo, todas las estrategias de la policía caían en saco roto. No eran capaces de identificar al responsable de los crímenes, y el destripador parecía estar siempre un paso por delante. Moviéndose entre las sombras y burlando a las autoridades sin dejar un rastro perseguible tras él.

Los días se convirtieron en meses y estos años, y la policía seguía sin obtener pruebas de la identidad de Jack el Destripador. De esta forma el caso empezó a enfriarse. Muchas fueron las personas que aseguraban haberse cruzado con aquel criminal. Examinaron cada calle, cada esquina y cada callejón del Whitechapel, pero todo fue en vano. Ninguna pista que en principio parecía útil conseguía arrojar luz al final del túnel. Nada era concluyente. 

Conclusión

Con el paso del tiempo muchos fueron los individuos que engrosaron la lista de posibles sospechosos. Desde médicos, carniceros hasta personas pudientes, pasando por artistas, empresarios e incluso miembros de la realeza. Pero a ninguno de ellos se le pudo vincular con certeza a los crímenes cometidos. 

De esta forma Jack el Destripador se convirtió en un nombre sin rostro. Una leyenda que en lugar de desvanecerse con el paso del tiempo, se quedó adherida en la memoria colectiva. Siendo el centro de gran cantidad de teorías y especulaciones, que a día de hoy siguen resonando con más fuerza que nunca.

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