El Arropiero: El Peor Asesino En Serie De España

Introducción

Adentrémonos en los recovecos más sombríos de la criminología española, donde los susurros de los crímenes de ‘El Arropiero’ reverberan en la memoria colectiva. Nacido en la posguerra española, Manuel Delgado Villegas llevó una existencia marcada por la tragedia desde sus primeros días en Sevilla. Su vida se convirtió en un turbio tapiz de abusos, violencia y un viaje macabro que lo llevaría a ser conocido como uno de los asesinos en serie más infames de la historia española.

A lo largo de estas líneas, desentrañaremos los orígenes de la oscuridad que forjaron la personalidad de El Arropiero. Ahondando en las cicatrices de su infancia y las raíces más profundas que alimentaron su sed de violencia. Desde los primeros compases de su vida hasta los giros siniestros de su paso por la Legión, cada capítulo de esta narrativa revelará las facetas más tenebrosas de su ser.

La historia del Arropiero es una exploración escalofriante de la delgada línea que separa la realidad y la monstruosidad. Sigue leyendo para descubrir los detalles macabros de sus primeros asesinatos, la intensa caza policial que lo llevó a la justicia y el diagnóstico genético que intentó arrojar algo de luz sobre la naturaleza de sus crímenes. Prepárate para sumergirte en el lado más oscuro de la mente criminal.

Y si este relato ha avivado tu fascinación por los enigmas del crimen, te invitamos a explorar otros rincones de nuestro blog de criminología y true crime. Desentrañaremos más misterios, analizaremos perfiles psicológicos intrigantes y arrojaremos luz sobre los recovecos más oscuros de la condición humana. ¡Adéntrate en nuestro archivo de crímenes y descubre la verdad detrás de las sombras!

Infancia y Juventud: Las Raíces de la Oscuridad

La historia de Manuel Delgado (‘El Arropiero’) se teje con hilos oscuros desde el día de su nacimiento en Sevilla, el 25 de enero de 1943. Desde el principio, el mundo parecía negarle la estabilidad y el cariño que tanto necesitaba. Quedó huérfano de madre desde el mismo momento en que vino al mundo. Un golpe duro que marcó el inicio de una serie de tragedias que definirían su existencia.

La ausencia materna, una pérdida dolorosa ocurrida durante su nacimiento, fue solo el comienzo. Ser privado de su madre no solo significó la falta de un ser querido, sino que abrió la puerta a una serie de eventos trágicos. La vida de Manuel estuvo llena de penurias desde el principio, y su padre, dedicado a la fabricación de arrope, lo abandonó después de un nuevo matrimonio, dejándolo al cuidado de su abuela.

El hogar de la abuela, lejos de ser un refugio seguro, fue el escenario de abusos físicos y golpes. Estos episodios oscuros dejaron cicatrices profundas en su ser, sembrando las semillas de la violencia que marcarían su vida adulta. La infancia de ‘El Arropiero’ no fue un capítulo de juegos y aprendizaje, sino una serie de desgracias que moldearon su visión del mundo desde muy temprano.

A pesar de asistir a la escuela, el camino de Manuel estuvo lleno de dificultades con la lectura, la escritura y un marcado tartamudeo. Estos obstáculos no solo le quitaron las herramientas básicas para educarse, sino que también lo aislaron de sus compañeros. La escuela, en lugar de ser un lugar para aprender, se convirtió en otro espacio donde la soledad y la incomprensión eran sus compañeras constantes.

El contexto de posguerra en España empeoró su situación. La escasez de recursos y las dificultades económicas a nivel nacional contribuyeron a la formación de una personalidad agresiva e introvertida en Manuel. La combinación de su pasado tumultuoso, la pérdida de figuras parentales y las condiciones difíciles de la posguerra crearon un caldo de cultivo para la oscuridad que caracterizaría la vida de ‘El Arropiero’.

El Golpe del Legionario

A los 18 años, Manuel Delgado Villegas buscó en la Legión una vía para redimir su vida, buscando un cambio radical en su destino. Su ingreso en esta prestigiosa unidad militar marcó un giro macabro en la narrativa de ‘El Arropiero’, donde lo que parecía ser una oportunidad para enderezar su rumbo se convirtió en una fuente de oscuros métodos y aprendizajes mortíferos.

Su estancia en la Legión fue corta pero intensa, dejando una huella en su psique ya fragmentada. Se especula que durante su tiempo en esta unidad militar, Manuel perfeccionó el que más tarde sería su sello distintivo: el «golpe del Legionario». Este brutal impacto en el cuello de la víctima se convertiría en una herramienta letal que utilizaría en sus crímenes posteriores, un modus operandi que revelaba la macabra influencia de sus experiencias en el ejército.

Sin embargo, la vida militar de ‘El Arropiero’ estuvo lejos de ser disciplinada y honorable. Su paso por la Legión se vio eclipsado por episodios turbulentos. Entre ellos, el consumo de marihuana que, según algunos testimonios, lo llevó a estar en proceso de desintoxicación. También se mencionan ataques epilépticos que, ya sea como consecuencia de su consumo de drogas o como una manifestación de trastornos neurológicos, jugaron un papel crucial en su salida de la Legión.

La abrupta finalización de su servicio militar plantea dos posibles versiones: la primera sugiere que fue declarado no apto para el servicio militar debido a sus problemas de salud y comportamiento errático. La segunda, más sombría, apunta a una deserción por parte de ‘El Arropiero’, quien abandonó la Legión en busca de un destino aún más oscuro.

Así, el paso de Manuel por la Legión no solo le brindó destrezas mortales, como el temible «golpe del Legionario». Sino que también dejó al descubierto las fisuras en su estabilidad mental y su propensión a la violencia. Factores que, combinados, configuraron el camino siniestro que lo llevaría a convertirse en uno de los asesinos en serie más notorios de España.

Imagen del Arropiero mirando a cámara y enseñando los puños imitando a un boxeador.

«Manuel perfeccionó el que más tarde sería su sello distintivo: el «golpe del Legionario». Este brutal impacto en el cuello de la víctima se convertiría en una herramienta letal que utilizaría en sus crímenes posteriores«.

Fotografía del Web «SER».

Los Viajes de un Despiadado

Tras su breve y tumultuosa experiencia en la Legión, Manuel, emprendió un oscuro camino marcado por el vagabundeo, la mendicidad y la prostitución. Convertido en un nómada de los bajos fondos, su vida tomó un rumbo despiadado, recorriendo España, Italia y Francia en busca de su sustento. Y, lamentablemente, sembrando el camino con los horrores de sus crímenes.

Su bisexualidad y un carácter violento lo convirtieron en una figura perturbadora y temida. Su éxito en el oscuro mundo de la prostitución se debía, en parte, a una peculiaridad biológica: padecía anaspermatismo, o lo que es lo mismo, la incapacidad de experimentar eyaculaciones.

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Esta condición le permitía participar en actos sexuales repetidos sin alcanzar el orgasmo, lo que, de manera retorcida, lo convertía en un recurso valioso para aquellos que buscaban encuentros íntimos sin consecuencias físicas.

A los ojos de la sociedad, se convirtió en un depredador, manipulando a homosexuales y prostitutas para vivir a su costa. Esta etapa de su vida estuvo marcada por una promiscuidad descontrolada y una relación enfermiza con el sexo, agravada por la ausencia de placer físico genuino.

Su incursión en la prostitución y el crimen se convirtió en una espiral descendente. Detenido en numerosas ocasiones bajo la ley de vagos y maleantes, que posteriormente se denominó de peligrosidad social, ‘El Arropiero’ evitó las rejas gracias a sus convulsiones neurológicas, cuya autenticidad seguía siendo un misterio sin resolver.

Su vagabundeo lo llevó por los recónditos rincones de la costa mediterránea, donde se dedicó al robo en casas de campo, aumentando la gravedad de sus delitos. Durante este periplo, dejó un rastro de cadáveres que atestiguaban la brutalidad y la naturaleza despiadada que caracterizarían sus acciones en los años venideros.

Un Comienzo Sigiloso

El año 1964 marca el inicio de su sanguinaria carrera, con un modus operandi que revela una mente retorcida y despiadada.

El primer asesinato comprobado ocurrió en la playa de Llorach (Garraf), Cataluña, el 21 de enero de deicho año. La víctima, Adolfo Folch Muntaner, un cocinero de 49 años, fue seleccionada al azar. ‘El Arropiero’ se acercó sigilosamente mientras dormía apoyado en un muro y, con una piedra, destrozó brutalmente su cráneo. No satisfecho con la atrocidad, procedió a robarle el dinero, la cartera y el reloj, dejando una escena macabra que inauguró su carrera criminal.

Después del Uno el Dos

Su segundo crimen ocurrió el 20 de junio de 1967 en Can Planas, una masía de Ibiza. La víctima, Margaret Helene Boudrie, una estudiante francesa de 21 años, cayó presa de la brutalidad de ‘El Arropiero’. Su cuerpo, desnudo y maltratado, fue encontrado con un fuerte golpe en un ojo, contusiones en el cuello y una puñalada en la espalda. La investigación reveló que ‘El Arropiero’ robó la cadena con una medalla que llevaba al cuello y abusó de ella después de su muerte.

Y el Tres… Y el Cuatro

El tercer asesinato confirmado fue el de Venancio Hernández Carrasco en julio de 1968. Aparentemente un ahogamiento accidental en las aguas del Tajuña, que en realidad fue un brutal ataque. Venancio, un vecino de Chinchón, se encontró con ‘El Arropiero’ mientras trabajaba en su viñedo. Ofendido por la sugerencia de trabajar por comida, ‘El Arropiero’ lo atacó con el golpe del legionario y lo arrojó al río, ocultando así su verdadera causa de muerte.

El cuarto asesinato se descubrió en Barcelona el 5 de abril de 1969. Ramón Estrada Saldrich, un millonario vicioso, fue atacado por ‘El Arropiero’ tras recibir sus servicios en su tienda de muebles. La motivación fue el robo de sortijas, reloj y cartera, culminando en un violento final que demostró la creciente brutalidad de Manuel..

A La Caza del Arropiero

El caso que llevó al arresto de ‘El Arropiero’ tuvo su origen en la desaparición y posterior asesinato de Francisco Marín Ramírez en diciembre de 1970. Francisco, un amigo del Arropiero, fue víctima de su brutalidad en un episodio que reveló la verdadera naturaleza de este asesino en serie.

Según la confesión del propio Manuel, durante un paseo en moto con Francisco, este último hizo se le insinuó, acto que le enfureció sobremanera. Detuvieron la moto y, en medio de la carretera, Manuel le propinó su característico golpe en el cuello, dejando a Francisco sin aliento. Ante la solicitud de Francisco de llevarlo a recuperarse junto al río, el Arropiero describió cómo, en ese lugar, volvió a insinuarse sexualmente, provocando que lo arrojara al fango, boca abajo e inmóvil. El cadáver fue encontrado flotando a 12 kilómetros del lugar del crimen. 

Antonia, La Última Víctima Del Arropiero

La historia tomó un giro aún más oscuro con la muerte de Antonia Rodríguez Relinque. Una disminuida psíquica de 38 años, el 18 de enero de 1971. Antonia, que mantenía una relación sentimental con ‘El Arropiero’, fue víctima de un crimen atroz. Según el relato del asesino, la llevó en moto a un lugar solitario en el campo, donde mantuvieron relaciones sexuales. Sin embargo, el encuentro se tornó violento cuando Antonia se negó a satisfacer una petición un tanto “peculiar” que le había hecho Manuel. Enfurecido, le propinó un golpe y, al persistir en los insultos, la estranguló con los leotardos que ella misma se había quitado. Tras el crimen, escondió su cuerpo entre unas retamas. Descubriéndose tras la investigación que el cuerpo había sido violado en diversas ocasiones tras su muerte.

Este incidente no sólo selló el destino de Antonia sino que también fue la clave para el arresto de ‘El Arropiero’, ya que desencadenó una intensa investigación. La Brigada Criminal, liderada por el inspector Salvador Ortega, se sumergió en un laberinto de confesiones espeluznantes y complejidades legales.

«Le propinó un golpe y, al persistir en los insultos, la estranguló con los leotardos que ella misma se había quitado. Tras el crimen, escondió su cuerpo entre unas retamas. Descubriéndose tras la investigación que el cuerpo había sido violado en diversas ocasiones tras su muerte.»

Fotografía Web «Gente del Puerto».

Imagen extraía de un periódico de Antonia Rodríguez, última víctima del Arropiero.

La Detención de Manuel

La detención se llevó a cabo el 18 de enero de 1971 en el Puerto de Santa María, Cádiz. El Arropiero, con su actitud peculiar y detallado relato de los crímenes, dejó atónitos a los policías.

La captura de Manuel fue el resultado de una laboriosa colaboración entre las autoridades. El inspector Ortega, con su habilidad para ganarse la confianza del asesino, logró obtener información crucial durante los interrogatorios. La habilidad de ‘El Arropiero’ para simular epilepsia y otras afecciones neurológicas complicó aún más el proceso de investigación.

Durante la investigación, Manuel llevó a los investigadores a la ubicación de los cuerpos, revelando la magnitud de sus asesinatos. Su arresto marcó el fin de su reinado de terror, pero también planteó preguntas sobre la mente de un asesino tan despiadado y la forma en que la sociedad enfrenta tales horrores.

Imagen en blanco y negro del Arropiero siendo detenido por dos agentes de policía, los cuales lo están introduciendo en un coche.

«La detención se llevó a cabo el 18 de enero de 1971 en el Puerto de Santa María, Cádiz. El Arropiero, con su actitud peculiar y detallado relato de los crímenes, dejó atónitos a los policías.»

Fotografía periódico «Diário de Sevilla».

El Cromosoma XYY

La estancia de ‘El Arropiero’ en el centro psiquiátrico penitenciario de Carabanchel reveló un aspecto intrigante de su perfil: el diagnóstico genético que desveló que poseía el cromosoma XYY. Este hallazgo desencadenó un profundo interés en la relación entre la genética y el comportamiento criminal. Planteando preguntas sobre cómo la composición genética de un individuo podría influir en su propensión a la violencia y la falta de empatía.

El cromosoma XYY, conocido como el «cromosoma de la criminalidad» en algunos círculos científicos, suscitó debates sobre su posible conexión con la predisposición a comportamientos delictivos. Se le atribuyó a quienes lo poseen la etiqueta de «superhombres», refiriéndose a la presencia de dos cromosomas Y, distintivos de la virilidad. Sin embargo, esta asociación ha sido objeto de controversia y críticas, ya que la gran mayoría de las personas con el cromosoma XYY no cometen delitos violentos.

En el caso de ‘El Arropiero’, el diagnóstico del XYY añadió una capa adicional de complejidad a su perfil psicológico. Este síndrome genético ha sido asociado en algunos estudios con alteraciones sexuales y problemas de comportamiento. Pero su relación exacta con la criminalidad sigue siendo tema de discusión entre los expertos.

El informe médico que reveló la presencia del cromosoma XYY en ‘El Arropiero’, se convirtió en una pieza clave para comprender los aspectos más oscuros de su personalidad. Este hallazgo, combinado con su historial de violencia y la falta de remordimientos por sus crímenes, planteó la pregunta de si la genética desempeña un papel significativo en la formación de la naturaleza criminal.

Aunque dicho cromosoma puede estar asociado con ciertas condiciones médicas, es fundamental destacar que no puede considerarse un predictor absoluto del comportamiento delictivo. La comprensión de la genética y su relación con la criminalidad es un campo complejo y en constante evolución, y casos como el de ‘El Arropiero’ subrayan la importancia de abordar estas cuestiones con cautela y considerar múltiples factores que contribuyen al comportamiento humano.

«El cromosoma XYY, conocido como el «cromosoma de la criminalidad» en algunos círculos científicos, suscitó debates sobre su posible conexión con la predisposición a comportamientos delictivos.»

Fotografía del Web «TVE».

Imagen del Arropiero extraído de un documental. Se le ve mucho más mayor y desmejorado.

Conclusión

El caso del Arropiero se erige como una sombría página en la criminología española, dejando huellas imborrables y generando reflexiones profundas sobre la naturaleza humana y la capacidad de la sociedad para prevenir los horrores que pueden surgir de las mentes más oscuras.

Este siniestro personaje, se autoinculpó de cuarenta y ocho muertes, aunque solo se pudieron probar ocho. Su legado se inscribe en la historia como el mayor asesino en serie de España, un título oscuro y trágico que aún estremece a la sociedad.

El caso del Arropiero ha sido objeto de estudio en la criminología. Explorando las complejidades de la psique criminal y cuestionando las intersecciones entre genética, ambiente y comportamiento delictivo. Su historia plantea la pregunta perenne sobre si los criminales nacen o se hacen. Y hasta qué punto la combinación de factores genéticos y ambientales puede moldear la senda de un individuo hacia la violencia extrema.

La sociedad española, marcada por la memoria de las atrocidades cometidas por ‘El Arropiero’, se ve obligada a reflexionar sobre la capacidad de identificar y prevenir tales comportamientos antes de que se desaten. La pregunta sobre la rehabilitación de criminales de esta índole, con un perfil genético que sugiere una predisposición a la violencia, plantea dilemas éticos y morales que resuenan en la conciencia colectiva.

El legado del Arropiero también resalta la necesidad de una comprensión más profunda de la salud mental y la importancia de intervenciones tempranas en casos que presentan signos de peligrosidad. ¿Podría haberse evitado este torrente de violencia si se hubieran identificado y tratado adecuadamente los problemas psicológicos de Manuel desde temprana edad?

En última instancia, el caso del Arropiero invita a una mirada introspectiva en la sociedad, recordándonos la fragilidad de la delgada línea que separa la civilización de la barbarie. Las marcas del horror dejadas por este asesino en serie persisten como un recordatorio sombrío de que, incluso en el siglo XXI, la comprensión completa de la mente humana y la prevención de la violencia extrema siguen siendo desafíos formidables.

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